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Belén

Belén: el nombre significa casa del pan. En esta “casa” el Señor convoca hoy a la humanidad. Él sabe que necesitamos alimentarnos para vivir.  En Navidad recibimos a Jesús en la tierra, Jesús, Pan del cielo, es un alimento que no vence, sino que nos hace gustar la vida eterna desde ahora. Belén es el punto de inflexión para cambiar el curso de la historia. Allí, Dios, en la casa del pan, nace en un pesebre. Como si nos dijera: Aquí estoy para vosotros, como vuestro alimento. No toma, sino que ofrece el alimento; no da algo, sino que se da él mismo. En Belén descubrimos que Dios no es alguien que toma la vida, sino aquel que da la vida. En Belén descubrimos que la vida de Dios corre por las venas de la humanidad. Si la recibimos, la historia cambia a partir de cada uno de nosotros. Belén es el remedio para el miedo, porque a pesar del “no” del hombre, allí, Dios siempre dice “sí”: para siempre será Dios con nosotros. Y para que su presencia no produzca temor, se hace un tierno niño.

“Vayamos entonces hacia Belén” (Lc 2,15): así dijeron e hicieron los pastores.

También nosotros queremos ir a Belén, Señor, porque allí me esperas. Para darme cuenta que Tú, colocado en un pesebre, eres el pan de la  vida.

(Homilía Navidad 2018)