Comunidad Cenacolo

"¿Cómo podría yo
haber inventado una historia así?
Todo sucedió sin que yo
me diera cuenta: ¡me zambullí en la Misericordia de Dios
y me arremangué
para amar, amar, amar…y servir!
Yo soy la primera sorprendida y
continúo sorprendiéndome
de lo que pasó y sigue pasando
en la Comunidad Cenacolo, que es una obra
de Dios, del Espíritu Santo, de María"

 

Madre Elvira

NACIMIENTO Y DESARROLLO
El 16 de julio de 1983, fiesta de la Virgen del Carmen, en una casa abandonada y destruida, cedida por la Comuna en la colina de Saluzzo, en Cuneo (Piemonte), sor Elvira Petrozzi, conocida hoy como Madre Elvira, inicia la Comunidad Cenacolo. Es una respuesta de la ternura de Dios al grito de desesperación e muchos jóvenes perdidos, engañados y desilusionados, que buscan la alegría de vivir, el verdadero sentido de la existencia en las falsas luces del mundo.  Nace un lugar donde son recibidos, lugar de mor y servicio a la vida que con los años se transforma en fuente de esperanza y resurrección para muchas personas perdidas en el mundo de las tinieblas, tristes, marginadas, desesperadas, drogados.

Madre Elvira comienza pensando en abrir una casa, pero los proyectos de Dios se muestran más amplios: los jóvenes llegan de todas partes pidiendo ser recibidos para poder encontrar el sentido de la vida. Así se multiplican las casas de la Comunidad Cenacolo, llamadas fraternidades, primero en Italia, después en Europa y luego en otras tierras: actualmente las fraternidades son 63, presentes en 18 países (21 en Italia;Austria 1; Bosnia-Herzegovina 2; Croacia 8; Francia 5; Inglaterra 1; Irlanda 1; Polonia 3; Portugal 1; Eslovenia 1; Eslovaquia 1; España 2; Argentina 3; Brasil 5; México 1; Perú 2; Estados Unidos 4; África–Liberia 1)

En las fraternidades de Europa y de Estados Unidos se reciben miles de personas, sobre todo jóvenes, que a menudo cargan con un profundo disgusto existencial pero que llevan en el corazón el deseo de encontrar el verdadero sentido de la vida en el camino comunitario.
En América Latina, además de varias casas para jóvenes, nacieron las misiones para recibir a los niños de la calle huérfanos y abandonados.
En África hace dos años nació nuestra primera misión para niños huérfanos de Liberia.
En los lugares donde nos guía la mano de la Divina Providencia, deseamos ser una luz en el mundo de las tinieblas, luz pequeña pero significativa, una esperanza que renace, un testimonio vivo de que la muerte no tiene la última palabra.

UN CAMINO JUNTOS “DE LAS TINIEBLAS A LA LUZ”
Con el correr de los años, fascinados por el estilo de vida, de fe, de compartir y de servicio que se vive en la Comunidad, se unieron a Madre Elvira jóvenes voluntarios, laicos, familias, hermanos (entre ellos hay varios sacerdotes) hermanas consagrados, que viven y se dedican a tiempo completo y en la total gratuidad al servicio de esta obra, compartiendo su vida con las personas que son acogidas, en un camino fraterno “de las tinieblas a la Luz” que lleva a redescubrir la alegría de la fe, de la belleza de la vida y de la verdadera libertad.

La Comunidad Cenacolo está reconocida por la Iglesia, en el Pontificio Consejo para los Laicos, como Asociación Privada Internacional de Fieles.
Madre Elvira dice a menudo: “…somos nosotros los primeros testigos de un milagro de Dios, jamás pensado ni proyectado en un escritorio, que nos supera y sorprende y que por Su gracia somos partícipes.”

UNA “ESCUELA DE VIDA”, UNA “FAMILIA GRANDE”
La Comunidad no es sólo un lugar de recuperación y de asistencia social sino una “escuela de vida”, “una familia grande”, donde la persona recibida pueda sentirse “en casa” y así encontrar su propia dignidad, la sanación de las heridas, la paz del corazón, la alegría de vivir y el deseo de amar.
A quienes acogemos les proponemos un estilo de vida comunitaria simple, familiar: se los recibe gratuitamente como signo de amor verdadero; la amistad sincera como base de las relaciones humanas y del amor fraterno; redescubrir el trabajo vivido como un don y el esfuerzo para madurar en las responsabilidades de la vida; la oración y la fe en Jesucristo, muerto y resucitado por nosotros, como respuesta a la necesidad de amor infinito que habita en el corazón humano.
Creemos que la vida cristiana en su simplicidad y plenitud es la respuesta verdadera a toda inquietud del corazón y que solo Quien ha creado al hombre puede reconstruir su corazón perdido y herido por experiencias que lo han ilusionado, engañado y desilusionado.

LA FUERZA DEL AMOR
La verdadera fuerza de la Comunidad es el Amor que se hace recibimiento gratuito, servicio alegre, compartir sincero, educación exigente; ese Amor que nace de la Cruz de Cristo y que “…da la vida a los muertos, la libertad a los prisioneros, la vista a los ciegos.” Desde el principio vivimos en un abandono confiado en la Divina Providencia que se manifiesta en nuestro día a día mediante pequeños y grandes gestos de bondad y de generosidad de muchas personas que creen en nuestra propuesta de vida y de fe.

Damos gracias al Señor porque somos los primeros en asombrarnos de lo que Su Amor obra frente a nuestros ojos, le damos gracias porque cotidianamente nos hace partícipes de Su Resurrección, gracias a la cual cada día vemos regresar la vida y volver a sonreír los rostros que habían perdido toda esperanza.