UNA FAMILIA GRANDE |
“Somos una familia de ‘pecadores públicos’
Madre Elvira
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Madre Elvira ama definir a nuestra Comunidad como “una familia de pecadores públicos” formada por personas que en su pasado se han equivocado “públicamente”, mostrándose débiles y pobres pero que gracias a la infinita Misericordia del Señor, hoy son personas resucitadas y “ricas” por dentro, llamadas a testimoniar la esperanza viva que nace y renace en el corazón cuando el hombre encuentra al Señor Resucitado. Con el correr del tiempo se unieron a Madre Elvira jóvenes que luego de haber “resucitado” quisieron “quedarse” para dar a otros jóvenes necesitados, en voluntariado gratuito, lo que ellos han recibido; familias abiertas a la vida que desean ampliar el horizonte de sus vidas; hombres y mujeres que han sentido la “llamada de Dios” para entregar toda su vida a esta obra. Así se fue formando, un “hijo” después de otro, lo que llamamos la “gran familia” de la Comunidad Cenacolo, a la que pertenecen distintos miembros del Pueblo de Dios que caminan juntos “de las tinieblas a la Luz”, participando en alguna misión de la Comunidad según sus dones y estado de vida.
En la historia de la Comunidad, el Señor quiso que los primeros “obreros” que se unieron a Madre Elvira en su “viña”, fueran los mismos jóvenes: chicos y chicas que luego de hacer su camino comunitario, eligieron “quedarse” como voluntarios para devolver gratuitamente lo que han recibido, tendiendo una mano a los pobres que recibe la Comunidad. Desde el comienzo el Señor quiso que las personas acogidas no estuvieran aquí solo para “recibir”, sino que ellos mismos, una vez resucitados a la vida nueva, fueran protagonistas e instrumento en las manos de Dios para “dar”, para multiplicar el bien, para entregar amor. “Gratuitamente han recibido, gratuitamente den”, los que sienten “vocación” al llamado misionero, luego de haber hecho seriamente el camino de la propia resurrección personal durante unos años, se los llama en Comunidad “Siervos por amor”. Algunos viven este don de la entrega al servicio un tiempo y otros, para toda la vida. Gracias a su generosidad se han multiplicado las casas en tierras lejanas y el corazón de la Comunidad pudo ampliar su horizonte de amor llegando hasta las misiones de América Latina y África, para servir a jóvenes y a niños de la calle. Agradecemos mucho al Señor porque en la medida en que va desarrollando nuestra historia, surge claramente que nuestro servicio es lograr que las personas que recibimos se entreguen a sí mismas en el servicio del amor. Nuestro bien debe “encender” en quienes lo reciben el deseo y la alegría de amar y servir. Como nos enseña Madre Elvira: “ debemos hacer caminar la Caridad con los pies de todos.” Entre los jóvenes que resucitan, algunos descubren la llamada a la familia cristiana y desean vivirla en el contexto de la Comunidad como “Familias abiertas a la Vida,” con las puertas de la casa y del corazón abiertas de par en par para recibir, no sólo los “hijos” naturales, sino también los de los hermanos y hermanas particularmente heridos que necesitan el calor humano y espiritual que sólo una familia cristiana les puede dar. Estas familias comparten su tiempo completo y en total gratuidad en la vida de la Comunidad, por algunos años o por toda la vida, en una elección libre y responsable, cooperando en una responsabilidad y participando de la oración, el trabajo y el servicio como se vive en nuestras casas, según las posibilidades de su estado. La Comunidad sostiene su camino humano y cristiano pero no sustituye el rol educativo e insustituible que los mismos padres están llamados a tener con sus hijos. La presencia del matrimonio junto a sus hijos es un luminoso e importante testimonio de esperanza y confianza en el futuro de todos los que recibimos, especialmente de los jóvenes y los niños, que muy a menudo, han sido heridos profundamente en las mismas relaciones familiares, y es un signo visible de la belleza y la fecundidad que el amor cristiano da a la vida. Hace algunos años algunos jóvenes empezaron a percibir muy fuerte la llamada de Dios para seguirlo y servirlo en esta Su obra, “a dar la vida por los amigos” en el carisma de la Comunidad Cenacolo en una elección más radical de seguimiento a Jesucristo, abrazando los consejos evangélicos de pobreza, castidad, obediencia , servicio y amor a los pobres según el estilo de vida de la Comunidad. Su vida de hermanos dedicada a la oración, a compartir fraternalmente y al servicio a los pobres, quiere ser un signo viviente y concreto del amor misericordioso que Dios Padre tiene hacia los marginados y los excluidos. Su servicio es el acompañamiento humano y espiritual, compartir con alegría la vida en el servicio, la educación y la promoción humana, moral y espiritual de los que se reciben en las fraternidades, para que ellos mismos se transformen en protagonistas, testigos, anunciadores y misioneros de la salvación liberadora del Evangelio.JÓVENES VOLUNTARIOS
FAMILIAS MISIONERAS
HERMANOS CONSAGRADOS
La familia religiosa de las Hermanas Misioneras de la Resurrección nació en el interior del carisma y del servicio apostólico de la Comunidad Cenacolo. Está formada por mujeres resucitadas gracias a su encuentro con Cristo en el camino comunitario, encontrando la belleza de la vida cristiana, escuchando la llamada de Jesús a la vida consagrada, a “dar la vida” a Él por los hermanos, viviendo la esponsales fecundos con Cristo y la maternidad del amor hacia la humanidad herida de nuestro tiempo. Provienen de distintos países y están en Italia, Brasil, Perú y Liberia.
Hermanas…
Como parte viva de la gran familia de la Comunidad Cenacolo, viven el carisma propio de la vida consagrada, una elección radical de seguimiento al Señor y de santificación personal profesando los votos religiosos de pobreza, castidad, obediencia, servicio y amor a los pobres, testimoniado también con el signo del hábito religioso y el velo.
Son llamadas a vivir y a testimoniar la primacía de la oración, de la contemplación, del tiempo entregado a Dios para implorar con insistencia el don de Su Misericordia, fuente de resurrección, de alegría y de esperanza para la humanidad herida.
Misioneras…
Viven su ser misioneras dilatando su corazón a un amor universal, que abraza el mundo en una disponibilidad total a partir para vivir su apostolado en las obras misioneras de la Comunidad Cenacolo, donándose con generosidad y sin reservas en los lugares donde la Providencia de Dios las llama a obrar, deseosas de llevar “la alegría y la esperanza del Evangelio” a todos.
… de la Resurrección
Son mujeres resucitadas que llevan en el corazón el deseo de “correr” por los caminos del mundo para anunciar la alegría del Señor Resucitado a todos, viviendo y testimoniando el entusiasmo de haberlo encontrado y la belleza de haberlo esposado. Viven la vida comunitaria y el apostolado en un servicio alegre y gratuito, signo concreto del Amor del Padre que se inclina tiernamente hacia las personas extraviadas, para curar con amor las heridas de los corazones y devolver la dignidad, el valor, la esperanza, la confianza a cada vida humana.
AMIGOS
Son muchos los amigos, laicos y familias, que siguen y frecuentan la Comunidad Cenacolo en los diversos países compartiendo la espiritualidad, el servicio y la misión en total gratuidad, pero continúan viviendo en sus ambientes familiares y de trabajo. Muchos de ellos, al encontrarse con la Comunidad, han descubierto o reencontrado una fe viva, que se hace oración intensa, conversión sincera y caridad concreta y se han sentido a gusto. Ellos ponen al servicio de la Comunidad sus capacidades humanas, cristianas y profesionales, y tratan de ser donde se encuentran, fermento de vida evangélica, con una mirada de particular misericordia hacia las personas con dificultades. Algunos de ellos transcurren breves períodos en las fraternidades o en las misiones, según las posibilidades, compartiendo con los jóvenes y los niños la vida comunitaria en todos sus aspectos, para “nutrirse” mejor del carisma y reforzar la fe. Su amistad y su disponibilidad son una Providencia viva, grande y concreta: Providencia de vida, de servicio, de ayuda, de consejo…. Se encuentran varias veces al año para compartir momentos de oración, de profundización del carisma, también en jornadas de formación, peregrinaciones, veladas misioneras, testimonios…. Son muy activos en algunos lugares para organizar y sostener las varias actividades de la Comunidad y ayudan concretamente en la organización de muestras artesanales, donde se exponen trabajos artesanales realizados en las fraternidades; de los testimonios en escuelas y parroquias; de musicales o recitales realizados por nuestros jóvenes para hacer conocer el mensaje de esperanza y de luz de la Comunidad Cenacolo.
LOS PADRES EN CAMINO
La Comunidad no pide una “cuota” a las familias de los chicos/as que recibe gratuitamente en las fraternidades. Lo que se le pide a los padres es el esfuerzo concreto de caminar paralelamente con el hijo en este recorrido comunitario de conversión, de cambio de vida, camino que los padres realizan en los GRUPOS DE PADRES.
La experiencia de estos años ha evidenciado que el renacimiento del joven depende muchísimo de la esfuerzo de los padres en realizar un camino de vida cristiana, rescatando la importancia de “la familia”. Sor Elvira a menudo dice a los padres: “¡Padres convertidos, hijos salvados!”
Así, las familias se han vuelto parte viva e importante de nuestra Comunidad, que para ellos organiza semanalmente los Grupos de Padres que son encuentros de oración y de compartir. Son familias a menudo muy heridas, cerradas por el miedo y el dolor, por el sufrimiento vivido con el hijo, muchos de ellos realizan un serio camino de oración y conversión, que se vuelve testimonio de resurrección y de acogida hacia muchas familias heridas.
La Comunidad organiza para ellos encuentros mensuales que se llaman Familias que renacen, son encuentros de formación, de oración, de amistad y de encuentro con los hijos, también organiza peregrinaciones a los Santuarios marianos para ayudarlos en su camino de conversión y de maduración humana y cristiana.
Los responsables de los Grupos de Padres se encuentran disponibles semanalmente en varios CENTROS DE ESCUCHA, primer lugar para recibir a las familias necesitadas que piden ayuda o consejo.
En muchas familias vemos el milagro de Dios: la cruz del hijo drogado se vuelve motivo de reflexión y de conversión profunda, de una renovada paz y serenidad familiar, de un redescubrimiento de las cosas verdaderamente importantes de la vida.
¡También allí, donde el mal ha herido a la familia en las relaciones de los padres con los hijos, el amor de Dios puede hacer salir el bien y la luz!