VILLA ROSA: 3 AÑOS DE ALEGRÍA Y ESPERANZA... |
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“¡Qué bien estamos aquí!” (Mt 17, 4)
El domingo 5 de marzo las jóvenes de Villa Rosa hicieron la Fiesta de la Vida. Mucha gente comenzó a llegar desde muy temprano, de diversas provincias de Argentina y también de otros países de Latinoamérica.
El día era caluroso pero las chicas habían arreglado para que la fiesta transcurriera a la sombra de los árboles añosos. La decoración y los arreglos florales daban una cálida bienvenida.
Luego de los cantos con gestos, rezamos el Santo Rosario, animado por las chicas. Padre Eugenio nos dijo que en el Rosario Dios está presente, que todos los jóvenes de la Comunidad lo sienten. También dijo que siempre piensa que en la Comunidad se vive la Transfiguración. En esta fiesta vemos muchos chicos con luz, jóvenes que entraron muertos, hoy están resucitados, con la esperanza que cuando salgan puedan elegir esta vida tan linda, vivir la resurrección. La Comunidad es la posibilidad de vivir la vida entera, como resucitados.
Nos preparamos para la Santa Misa, también bajo los árboles, celebrada por Mons. Justo Ramírez, Obispo de la zona y amigo de Villa Rosa desde el comienzo, nuestros sacerdotes concelebraron con él: P. Eugenio, P. Diego, P. Eduardo. En su homilía habló de la “plenitud de vida”, con Dios: el cielo es Dios, el abrazo eterno de Dios. Dios nos sigue llamando para que tengamos una vida plena que es lo que nos hace felices, con muchos sacrificios, ayunos, en la tierra el sacrificio nos prepara para la plenitud.
Luego de la Santa Misa las jóvenes habían preparado el lugar para el almuerzo en la parte trasera de la casa, a la sombra. ¡Nuestro amigo Ricardo y familia hicieron el clásico asado, riquísimo! ¡Tampoco faltaron los postres y helados!
Luego del almuerzo tuvimos un largo rato de Adoración, guiada por el P. Eugenio. Momento muy emotivo en el que todos nuestros dolores, nuestros deseos, nuestra vida, fueron entregadas al Señor, cada uno se sintió tocado interiormente y fue muy restaurador. El abrazo de Dios se reflejaba en la emoción con que se abrazaron las familias.
Las chicas nos ofrecieron una danza muy linda. Luego de la merienda comenzamos a retirarnos. Fue la primera fiesta después de la pandemia donde nos encontramos con libertad, fue muy sentido todo lo que se vivió, encontrarse con amigos y padres que hacía tiempo no se encontraban, sentir que Dios está presente en nosotros, la Comunidad está presente. Como muchas otras veces, salimos felices con el corazón rebosante de alegría, con muchas ganas de seguir en este camino.
Gracias Madre Elvira porque dijiste sí a la Fiesta, a la alegría, a la danza y los gestos, a las canciones…¡¡a la plenitud de la vida junto a Dios!
Testimonios
Hola, mi nombre es Jesica, estoy en la Fraternidad “Divina Misericordia” hace un año y cuatro meses. Estoy contenta de poder compartir con ustedes los momentos fuertes que viví en la fiesta. Al principio viví mucho miedo e inseguridad, sabía que iba a ser un día particular. Encontrarme con mi familia fue un momento lindo, lleno de emociones, estaba feliz de volver a verlos. Nos llamaban para una foto grupal de la casa, observaba a las chicas y me alegró ver la obra concreta de Dios en ellas. En el momento de hacer los gestos pude ver que a pesar de los errores, pude superarme y no encerrarme. Durante la homilía de Mons. Justo me impactó la importancia de vivir en plenitud con Jesús, en mis momentos de dificultad busco vivir esa plenitud con Jesús. Don Eugenio dijo unas palabras que me marcaron: “Sin sacrificio no hay plenitud”. Me hizo reflexionar en los momentos de entrega al sacrificio a pesar del sufrimiento y el apego que uno pueda tener. En el momento del almuerzo le di a mi familia la noticia de que sería transferida a la Misión de Bahía, Brasil. Hubo muchas emociones encontradas, me conmovió la reacción de mis padres, lágrimas de alegría, un abrazo con mucho amor. Llegó el momento de los testimonios y el baile, la luz y la resurrección fueron transmitidas a nuestros invitados. El ambiente festivo y familiar nos hizo vivir un momento acogedor. En la Adoración se sentía la presencia de Dios. Fue un momento fuerte donde entregué todo, cuando fui a abrazar a mi familia sentí el sufrimiento y amor, la reconciliación y gratitud. Al finalizar el día nos abandonamos a la voluntad de Dios con el corazón lleno y contento.Jesica
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