Silvio2

 

Me llamo Silvio, soy de Croacia y formo parte de la gran familia de la Comunidad Cenacolo. Estoy contento de poder testimoniar mi vida resucitada. He crecido en una familia cristiana, desde chico recibí muy buena educación de mis padres pero soy hijo único y entonces siempre busqué en la vida el hermano que no tuve, con una necesidad de hacer amistades más fuertes. Hasta los 13 años mi vida iba bien: era bueno en la escuela, hacía deporte, tenía amigos…una vida normal. También iba a la iglesia, empujado por mis padres, pero sin sentir la fe como algo vivo. Poco a poco todo esto no me alcanzó, quería algo más, entonces cambié de amigos buscando chicos más grandes. Con ellos tuve que vencer muchos miedos y timidez, así comencé a imitar sus comportamientos y elecciones equivocadas y empecé a fumar “porro”, beber alcohol, ir a fiestas tecno…en poco tiempo llegué a la heroína. Me parecía que estaba bien, me sentía libre y quería seguir así por toda mi vida, pero en realidad, sin darme cuenta, iba perdiendo el control de mí.
Llegaron los primeros problemas con la justicia. En esos años la relación con mis padres quedó destruida; ellos trataban de ayudarme de todas las maneras pero yo no los escuchaba, no me daba cuenta hasta donde estaba hundido en la “cloaca” de los problemas: ¡cada vez abriendo más puertas al mal pero a la vez cada vez más ciego! A los 16 años me encontré frente a una elección obligada: o entraba a la Comunidad o iba al reformatorio. Estaba tan aturdido y confuso que al principio casi quería elegir el reformatorio, ¡porque creía que era más para hombres de verdad! Luego, repensando con la cabeza de un “tóxico” vi que era más cómodo entrar en la Comunidad: pero no por mucho tiempo, lo suficiente para calmar las aguas afuera.
Cuando llegué al Cenacolo claro que tuve grandes dificultades para comprender todo lo que me proponían. Herido de la “plaza” no creía en el bien que se respiraba, no lograba confiar, creer que no sería traicionado. Pero poco a poco la amistad desinteresada que me brindaban me hizo comprender que también yo necesitaba cambiar: en ese momento comenzó mi verdadero camino.
Lo primero que me tocó profundamente en Comunidad fue mi “ángel custodio”, el joven al que fui encomendado y me fue guiando en mis primeros pasos. En su presencia de amigo verdadero “he visto a Dios” a mi lado: fue como un llamado a aprender a trabajar y a vivir seriamente. Después de un tiempo, Dios comenzó a “hablarme” a la consciencia en muchas situaciones y comprendí que vivir la vida con el Señor me daba perdón, esperanza y alegría. Me tenía que aceptar, con los errores del pasado y con los que continuaba haciendo en la Comunidad. El Sacramento de la Confesión me ayudó a reconocer mi pobreza y a encontrar el perdón de Dios.
Hoy los valores preciosos que elegí para vivir son querer a los demás, amar aún con mis dificultades, saber perdonar y pedir perdón cada vez que con mi pobreza humana los hiero. Mi vida cambió y la de mi familia también: nos reconciliamos, nos perdonamos, ahora estoy feliz de haber reconstruido mi relación con ellos.
Gracias Señor Jesús por nuestra gran familia del Cenacolo y por todas nuestras vidas antes muertas y ahora resucitadas.