Ana María y Fernando

FERNANDO Y ANA MARÍA   (PADRES )

Ana Mara y fernandoSomos de Perú y tenemos tres hijos. Cuando nos casamos era un momento difícil en Perú, así que tuvimos que trabajar mucho para salir adelante y para que a nuestros hijos no les faltara nada. Por eso nos mudamos varias veces a diferentes ciudades, nuestros hijos sufrieron el cambio de escuela y de amistades. Al pasar los años nuestro hijo Fernando empezó con problemas de comportamiento; intentamos protegerlo cambiándolo de colegio pero sin resultados. Después nos dijeron que se drogaba, pero no creímos y nos decíamos que no nos podía pasar esto a nosotros. Negábamos la realidad. Movidos por un amor incondicional hacia nuestro hijo, buscamos incansablemente doctores, psicólogos, terapias, psiquiatras, centros terapéuticos y clínicos, que lo llenaron de pastillas, pero él seguía drogándose y nosotros continuábamos con la ilusión de que todo esto lo sanaría. A la vez, nuestra familia se destruía, la casa ya no era un lugar acogedor y estábamos al borde de la separación. En ese momento una amiga nos habló de la Comunidad Cenacolo, con todas nuestras dudas y porque estábamos exhaustos, fuimos con un amigo sacerdote a Pachacamac para ver de qué se trataba. Nos recibió Domenico, nos explicó qué era la Comunidad y que Fernando tenía que venir unos días para hacer jornada, nos regalo el libro “Una esperanza que renace”. En ese coloquio sentimos la presencia de Jesús. Cuando le preguntamos qué pensaba a nuestro hijo nos dijo: “Por primera vez me sentí amado por alguien. No todos te abrazan con ojos luminosos y con una sonrisa; aquí todos te reciben así. Comprendimos que nuestra Cruz nos acercaba al Señor y no queríamos perder esta ancla de salvación. Era el camino elegido por Dios para salvar a nuestro hijo y a nuestro matrimonio. Fernando no estaba todavía muy seguro y además, no había casa de jóvenes en Perú pero al poco tiempo la Fraternidad “El Señor de los Milagros” fue una realidad. Empezamos los coloquios esperando que nuestro hijo ingresara, aprendimos a rezar con el corazón, sin desesperación, confiando en lo que Dios tenía preparado para nosotros. Luego llegó el día tan esperado: el 14 de enero 2017 nos dijeron que lo lleváramos a Supe y comenzó su camino de conversión. Hoy hace casi 4 años que está en la Comunidad, ahora en Brasil, en la misión “Nuestra Señora de la Ternura” en Mogi das Cruzes. Se siente útil y encontró el sentido de su vida. Nosotros también aprendimos recibimos muchos dones de la Comunidad, aprendimos mucho y seguimos en camino, especialmente aprendimos a perdonar. Nos encontramos como esposos y como familia a la Luz del amor de Dios, del Espíritu Santo, de la fuerza de la Eucaristía y de la oración. Somos instrumentos en las manos del Señor que nunca nos dejó solos, que nos retuvo junto a Él. Ahora nuestra familia creció, tenemos muchos “hijos del corazón”, hermanas que con una sonrisa ponen alegría a nuestra jornada, amigos sacerdotes, misioneros esforzados en esta obra, voluntarios, amigos, padres en camino. Compartimos una gran mesa y todos hablamos, sin discusiones ni distinciones.

Agradecemos a la Comunidad Cenacolo y a nuestra querida Madre Elvira: gracias por tu entrega, gracias por tu testimonio, por tu ejemplo de humildad, por la Obra que Dios realizó a través de ti, que hoy nos permite ver y tocar la resurrección de nuestro hijo y de nuestra familia.
Papá Fernando y mamá Ana María