Magalí |
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Hola me llamo Magali, vengo del Paraguay y con mucha alegría quiero contarles la historia de mi resurrección.
Vengo de una familia cristiana y humilde, cuando era chica mis padres se separaron y entonces éramos mi mamá, mis hermanos y yo, una familia unida a pesar de las circunstancias. A medida que crecía, comenzaron a nacer en mí los complejos de inferioridad, en la escuela experimenté el bullying, lo cual me llevó a encerrarme mucho y así fui creciendo sin amigos, en la depresión y soledad. Pasaba mi vida poniendo máscaras encima de mi sufrimiento.
Cuando tenía 17 años, mi hermano mayor comenzó a caer en las drogas, así fue que mi mamá buscando ayuda encontró la Comunidad Cenaculo. Al principio iba yo con mi hermano a los encuentros, para mí era muy difícil esa situación, porque dentro de mí vivía muy enojada por lo que pasaba, pero al mismo tiempo me gustaba mucho la Comunidad, y quería entrar para hacer una experiencia.
Después mi hermano ingresó, en ese tiempo veía que yo estaba muy encerrada en mí misma y vivía siempre triste y enojada con la vida. Yo estudiaba y trabajaba, pero igualmente vivía todo con mucha tristeza, buscaba recibir consolación por el sufrimiento. Pasado el tiempo frecuentaba mucho la Comunidad y poco a poco estaba entrando más y más en el fuego del Cenaculo.
Un día rezaba la "Novena de Padre Pío" con mi mamá, y sentí que él me decía que tenía un plan para mí y que debería dejar las cosas del mundo. Al principio no entendía, pero unos meses después cuando por primera vez pude ir a visitar a mi hermano que estaba en la Comunidad en Brasil, al final del encuentro cuando ya me preparaba para volver a casa, decidí quedarme en la Comunidad, así entendí el mensaje de Padre Pío y de esa manera entré en la misión de Mogi.
Estando allá pude experimentar muchas cosas y descubrir mucho de mí misma, me encontré muy pobre, pero recibí mucho amor y misericordia de todos. Comencé a hacer pasos para salir un poco de mi encierro y donarme a los niños y las personas. Pasado 1 año me decían que iba a abrir la primera casa para mujeres de América Latina en Argentina. Al principio estaba un poco triste, porque experimenté un amor muy fuerte en la misión y no quería dejarlo, pero por otro lado vivía la alegría del gran don que recibía de la Comunidad.
Ahora estoy descubriendo quién soy, y tengo la oportunidad de hacer un camino más profundo. Veo la mano de Dios en cada momento, y poco a poco veo que todo lo que me hacía ser una persona cerrada, los complejos la inferioridad y la tristeza están sanando, con la ayuda de las hermanas. Veo que puedo hacer el paso de abrirme un poco más, y dejarme ayudar. Poder actuar en el recital de nuestra casa como Madre Elvira, sanó muchas cosas dentro de mí. Yo no me sentía capaz, pero la confianza que las hermanas tenían en mí fue el empuje para poder hacerlo. Fue un paso de liberación muy grande. Recibo mucho amor de Dios a través de las chicas y puedo ver que aquí también estoy en familia. También sé que mi hermano está haciendo su camino, y que mi familia está caminando con nosotros desde afuera me da mucha fuerza.
Agradezco mucho a la Comunidad por todo el amor y misericordia que recibo, también a nuestra Madre Elvira por su "SÍ" a Dios, y todo lo que nos enseña a las mujeres . Gracias.