Giovanna

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Hola, me llamo Giovanna, tengo 26 años y vengo de Sicilia. Desde que era niña siempre he sido una chica feliz y no me faltaba nada de bienes materiales. Pero realmente no tenía la presencia de Dios en mi vida, hasta que en mi adolescencia empecé a divertirme con las cosas del mundo sin darme cuenta de que algún día llegarían las consecuencias. Después de un tiempo mis padres se separaron, lo que causó mucho vacío dentro de mí y falta de seguridad, sentí mucha ira y  no podía aceptarlo.

Entonces empecé a frecuentar diferentes caminos, que sabía que no estaban bien. Estaba con la gente equivocada, y terminé lastimando a la gente cercana a mí, especialmente a mi madre, con todo mi odio, pero siempre tuve la noción entre lo bueno y lo malo. Mi madre era una mujer con mucha fe y siempre me aconsejaba ir a la iglesia, donde terminé conociendo a un chico del que me enamoré, pero mi relación con él era muy insegura, en mí había heridas y esto me hizo negarme a dar confianza a la gente, hasta que terminé destruyendo nuestra relación. Y para mí esa fue otra marca que me hizo desesperar aún más, trayendo mucha angustia.

Finalmente, comprendí que lo que estaba haciendo estaba mal,  todo parecía muerto dentro de mí. Continuaba asistiendo a la iglesia y conocí a una mujer que hacía peregrinaciones a Medjugorje quien terminó mostrándome la Comunidad. Con el tiempo me prometí a mí misma que cambiaría mi vida.

GiovannaEntré en la Comunidad siendo una jovencita, no entendía la razón de la tristeza durante el día y cómo, tan pronto como entraba y salía de la capilla, sentía una tranquilidad y mucha paz en mi corazón. Desde entonces comencé a enamorarme de Jesús, y con mucha paciencia y amor por parte de los demás, recibí ayuda para cambiar cada vez más, y cuando menos lo esperaba, Dios me sorprendía con las “Providencias” que me hacían entender que Él siempre estaba cerca mío, incluso en las cosas más pequeñas .

Cuando hice de ángel guardián sentí una alegría profunda, pero todavía tenía una manera de ser egoísta, yo quería todo para mí, hasta que aprendí la importancia de dar la vida.

En los últimos años siento cómo Jesús y María están sanando mi adolescencia, mis heridas y mi miedo.

Superando mis dificultades me siento más fuerte. Veo que estar con los demás me hace ver mi pobreza y cómo cambio cada día, convirtiéndose en mujer y madre.
Estoy feliz con todo lo que estoy viviendo y sobre todo con el don de la misión que es una gran escuela de vida.

Agradezco porque he resucitado y por la vida de la Madre Elvira, a quien hoy estoy tan agradecida.