Octavio |
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Me llamo Octavio, tengo 29 años, provengo de una familia simple, tengo papá, madre y dos hermanas. Tuve una buena infancia, nuestra madre nos educó con los principios religiosos.
Mi papá tenía problemas con la bebida y esto hizo que ellos se separaran, como yo era pequeño no entendía mucho, mi madre luego se esforzó mucho para que no nos faltara nada y no sentí su ausencia porque tenía mi tiempo ocupado con muchas actividades. Mientras estudiaba a los 15 años comencé a trabajar, no por necesidad sino porque quería obtener más cosas por mis propios medios y esfuerzos. Cuando comencé a recibir mi dinero, al principio lo administraba dando un poco en casa y después comprando cosas para mí. Al poco tiempo dejé de ayudar en casa y eso me volvió una persona irresponsable y egoísta, cuando me di cuenta ya estaba gastando y viviendo de forma equivocada.
No tenía buenas amistades y esto me alejó de mi familia. A los 18 años terminé la escuela y no quería seguir estudiando porque no me daba el tiempo para hacer lo que quería. El año siguiente comencé a entrar en el mundo de las drogas, al principio fue por curiosidad y porque quería ser igual que los demás. También la realidad del lugar donde vivía me hacía pensar que era parte de la vida y que no era nada grave, que no podía hacerme nada de mal esa vida. Así continué en esa vida hasta un punto que no tenía más voluntad para hacer nada, inicié faltando al trabajo, en casa era una lucha y para escapar de lo que estaba viviendo me quedaba más en la calle.
A los 21 años intenté salir de aquel mundo con ayuda de mi familia, pasé por dos clínicas de recuperación, pero no fue suficiente. Durante ese período tuve una mejora e inicié la universidad y tenía buenas oportunidades de trabajo. Por causa de mis recaídas siempre perdía todo. Al ver que no podía seguir así, que estaba cansado de mis fracasos, pedí ayuda una vez más a mi madre, entonces ella me ayudó a través de una religiosa que es mi madrina de bautismo que conoció a Madre Elvira y el trabajo que se hacía en la Comunidad.
Cuando entré en la Comunidad al principio no fue fácil porque era difícil aceptar las reglas y expresarme, estaba cerrado, tenía muchas máscaras. Las personas que estaban a mi lado me ayudaron a entender mis defectos y todo lo que me hacía sentir triste y vacío, fue difícil escuchar y aceptar lo que yo era. Lo que no me hacía desistir era que sentía una paz verdadera y sabía que podía dar más, cada dificultad que superaba me hacía sentir libre y me ayudaba a creer más en la propuesta de la Comunidad, los momentos de oración, homilías y rosarios siempre me ayudaron a mirar para dentro y conocerme de una forma más profunda.
Ahora estoy en Argentina, cuando la Comunidad me propuso esto no era lo que yo pensaba, pero me abandoné a la voluntad de Dios y confié en la Comunidad. Este paso que he dado me hace crecer porque estando lejos de mi familia, de las buenas amistades que he construido y de mi país, me hace valorizar y ver lo que todavía me falta cambiar porque sé que el camino continúa. Agradezco a Dios y a la Comunidad por esta linda oportunidad de ser mejor persona.
¡Muchas gracias!