Valentina |
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Hola, me llamo Valentina, tengo 21 años y soy de Eslovaquia. Crecí en una buena familia cristiana donde mis padres se empeñaban en darme todo materialmente. Yo era una niña muy sensible y sentía la falta de ellos físicamente, me faltaba el dialogo y muchas veces me cerraba sin saber expresar lo que había dentro de mí.
Llamaba siempre la atención de mi papá, haciéndome la buena en todo lo que hacía. A los 11 años estuve internada en un hospital por 8 meses por una enfermedad, cuando volví a la escuela me cerré mucho en mi misma y sufría por las burlas que me hacían mis compañeros. En aquel período conocí "amigos" mayores que yo, ellos parecían siempre felices, fuertes y seguros de sí mismos. Comencé a salir con ellos y notaba que todos tenían más respeto y no se reían de mí. Conocí el mundo de la droga y muchos placeres con los cuales quería escapar del sufrimiento que vivía, creyendo que así sería más fácil. Entré también en el mundo de la moda, como modelo todo lo que me importaba era aparecer más que otros, drogándome más, escondiendo todas las emociones y la conciencia siempre me agobiaba.
Mis padres conocieron la Comunidad y trataron de ayudarme, pero yo quería hacer todo por mí misma. Fui a vivir a otra ciudad, donde después de un año perdí todo y grité a Dios que me ayudara.
Entré a la Comunidad Cenáculo a los 18 años y recibí un "ángel custodio" que a pesar de mis pobrezas me ayudaba siempre y gracias a ello me quedé y conocí el amor verdadero, que antes me daba miedo. Mi camino no fue fácil, pero lo que más me tocaba fuertemente era decir la verdad, nadie me juzgaba o me señalaba con el dedo, yo me sentía acogida así como era y las chicas me ayudaban a cambiar. Después de dos años y medio recibí el don con otras chicas de abrir una nueva fraternidad en Argentina.
Al inicio era difícil, porque tenía que recomenzar y reconstruir todas las amistades. También en los momentos más difíciles aprendí finalmente a arrodillarme frente a Jesús y entregarle todo lo que me pesaba, porque entendí que no estaba más sola. Poco a poco veo como Jesús abre mi corazón y puedo ser yo misma con mis pobrezas y debilidades. Con las chicas también vivo en la unidad y en la amistad, todo esto me ayuda en los momentos difíciles para seguir adelante, porque sé que sola no puedo, por esto caminamos juntas.
Agradezco mucho a la Comunidad por la confianza de vivir aquí y por todo el amor que recibí en estos años. Veo que este lugar me ayuda a cambiar mi interior, a tener más misericordia y a no cerrarme más sobre ciertas cosas, a tener un corazón más abierto. Agradezco a Madre Elvira porque no ha tenido miedo de acogerme y porque redescubrí el verdadero valor de una madre que nos ama.