Steven |
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Soy Steven, tengo 37 años y vengo de Le Marche, en Italia! Hace unos años que vivo muy feliz en la Comunidad pero mi vida no fue siempre feliz. Vengo de una familia sencilla donde nunca me faltó lo material. Mamá y papá estaban en casa pero no presentes, peleaban a menudo y con mi hermano mayor nos escondíamos en el cuarto para no escuchar los gritos. Cuando yo tenía 7 años mi papá se fue de casa y en ese preciso momento se cerró mi corazón. Comencé a rebelarme de todas formas: robar, fumar, salir y sobre todo, no respetar más a mi madre.Cuando tenía 12 años mi padre regresó con una nueva familia. Siempre hice de todo para estar cerca de mi padre, tanto que dos años después descubrí que él se drogaba y así yo empecé a drogarme con él. Me parecía bellísimo estar siempre con papá, pero sentía un gran malestar en mí y en toda la familia.
Después de mucho tiempo, cuando mi familia estaba desesperada, mi mamá escucho un testimonio de un joven de la Comunidad Cenacolo de Loreto y me dijo: “Encontré un bellísimo joven, no en su aspecto sino en su corazón!” Esa frase quedó grabada en mi corazón y después de solo 15 minutos llamé a la fraternidad de Loreto para pedir ayuda, así entré. Mi “ángel custodio”, el joven que caminó conmigo los primeros tiempos, tuvo mucha paciencia conmigo; durante tres semanas no pude dormir pero él siempre estuvo a mi lado: de noche me preparaba una tisana y de día hacía de todo para cansarme.
Poco a poco comencé a revivir, a hablar con palabras más limpias, a compartir en la verdad lo que vivía, aprendí a pedir disculpas, a saber esperar para obtener algo y a pedir permiso para pasar. Todavía hoy recuerdo mi primera confesión: contar con arrepentimiento todo el mal que había vivido para recibir el perdón de Dios fue el paso más importante para abrir mi vida al camino del bien. Tenía poco menos de dos años en la Comunidad cuando inesperadamente llegó mi papá para hacer experiencia conmigo durante dos semanas: hasta ese momento nunca nos habíamos encontrado. Fue hermoso ese abrazo del que siempre nos habla tanto Madre Elvira, ese abrazo esperado por 30 años, ese abrazo que derribó todas las barreras y las resistencias que había construido desde niño! ¡Finalmente inicié una nueva relación en el bien con mi papá! Hoy vivo en la Fraternidad “San Miguel Arcángel”, de Paraguay: tuve el don de abrir la fraternidad con otros 12 hermanos. Estamos aquí desde hace un año y hemos festejado nuestra primera Fiesta de la Vida en Paraguay y para la ocasión vinieron mi mamá y mi hermana. Durante la Adoración Eucarística, Padre Eugenio nos hizo abrazar con nuestra familia delante de la Eucaristía: comencé a llorar como un niño, sí, ese niño de 7 años que había cerrado y endurecido su corazón y que hoy lo quiere abrir cada vez más a Dios y a los hermanos!
Gracias, Señor Jesús porque me hiciste una persona libre, gracias porque hoy quiero ser un hombre nuevo, que quiere cambiar no solo los comportamientos equivocados que viví en el pasado sino también mi corazón. Señor, dame un corazón nuevo, un corazón de carne, que late para amar a los hermanos y a la vida verdadera, la del sacrificio, la de donarse, la de la incomodidad!
¡Gracias Virgen María por tu fiel protección en los momentos difíciles y por el don de la Providencia! Gracias. Steven