Familia Vasconcelos |
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Mi nombre es María José y soy la madre de Alan que vive hoy en la Comunidad por opción.
Conocí la Comunidad Cenáculo a través de un amigo, el Padre Aldo Di Girolamo, que nos la presentó en un momento muy difícil de nuestras vidas y estoy muy agradecida a él por toda la ayuda. Para mi familia él es como un padre que nos tomó de la mano y nos ayudó a caminar nuevamente. Alan fue siempre muy tímido, no era de hablar mucho. Sin embargo, conmigo siempre hablaba, por ese motivo me demoré tanto en notar lo que estaba ocurriendo con él. Estaba muy conectado al juego desde la infancia y vivía la mayor parte del tiempo en la computadora y los video juegos. En algunos momentos por lo menos jugaba en la calle con otros niños, juegos sanos, pero sacando esos momentos él siempre estaba muy solo. Mi gran error fue el no notar que ya había un gran problema por ese motivo. Yo también era muy rígida con él desde pequeño, tenía que hacer todo bien, tareas, estudios, etc. En la edad de la adolescencia comenzó a trabajar, pero siempre hice pesar mucho a él por no tener un buen empleo y hacer una buena carrera, ese fue mi gran error! Siempre en su trabajo me decían que él era una persona de extrema confianza en el sector donde desempeñaba sus actividades profesionales. Estudió en la facultad un año y medio y salió . Me equivoqué al pensar que para que él fuera feliz precisaría de una carrera y un buen empleo para ser proveer a una familia. .
Hoy gracias a la Comunidad veo a mi hijo convertido en un hombre con muchos dones que ni siquiera me imaginaba. Cocina maravillosamente bien (antes jamás freía un huevo). Hoy lo veo con una sonrisa en el rostro que el dinero no puede pagar! Un hombre de oración, él es FELIZ con la vida simple que tiene. Fue difícil admitir mis errores y los errores de mi hijo también, pero la Comunidad ayudó tanto a él como a mí a admitirlos. A aceptar a las personas como realmente son y a cambiar nuestras vidas, con un paso a la vez y todo en la presencia de Dios.
Sé que él no está aquí a mi lado y vive en la Comunidad, pero soy muy feliz de hoy poder abrazarlo sabiendo que realmente está bien y que vive de una manera que lo hace estar bien, sin imposición alguna. Estoy agradecida a Dios y a Nuestra Señora Aparecida, a Madre Elvira, al P.Aldo, al P. Eugenio, al P. Mássimo, a Antonio y a toda la Comunitá Cénacolo, que Dios bendiga a cada uno. Mama María José
Mi hermano y yo siempre tuvimos una buena relación. Desde pequeña Alan cuidaba de mí, junto a nuestra abuela. Nuestros padres trabajaban mucho cuando éramos niños, entonces crecimos juntos.
En casa nuestra familia pasaba por algunos conflictos, nuestro padre bebía mucho, causando muchas discusiones, mi madre estaba siempre estresada con mi padre y con el trabajo. No éramos una familia feliz, y era muy chica para entender ciertas situaciones. Por eso pienso que Alan absorbió mucho de aquello que vivimos, y siempre estaba muy tranquilo, no compartía nada profundo con ninguno. Cuanto más grande, más empeoraban las cosas. Alan comenzó a drogarse y sólo lo descubrimos mucho tiempo después cuando él pidió ayuda a nuestra madre. Fue un gran susto.
En el comienzo intentamos con grupos de apoyo e instituciones, pero ninguna parecía funcionar. Las cosas sólo empeoraban, había mucha discordia y desconfianza. Alan se hundía cada vez más.
Hasta que el Padre Aldo nos indicó la Comunidad para nuestra familia.
Recuerdo que cuando Alan partió para la Comunidad, yo no lograba ni mirarlo, ni fui capaz de despedirme, por tantas heridas y sufrimiento que nos había hecho, principalmente a nuestra madre.
Al principio encontraba a la Comunidad muy severa: "¿3 años de tratamiento? sin poder hablar, y con visitas solamente después de 6 meses. ¿Qué es eso?”. Pero con el tiempo nos adaptamos y aprendimos a confiar en la Comunidad, y a creer que todo aquello era para el bien de Alan y de nuestra familia.
Al inicio yo participaba solamente de los encuentros/retiros, después de un año de camino de Alan comencé a ir a los encuentros de las familias con mis padres. Las cosas mejoraban bastante en nuestra casa, y veíamos cómo cambiaba Alan después del encuentro. Yo me fui dejando enamorar por el carisma de Madre Elvira, del Cenáculo. Cuando faltaba un año para terminar mi carrera en la facultad de Arquitectura, sentí el llamado para hacer mi tesis sobre la Comunidad Cenáculo, en alguna fraternidad. El P. Eugenio y el P. Massimo autorizaron mi investigación y así pude ir a Italia. Hice una experiencia en Spinetta, fraternidad femenina donde fui muy bien recibida, compartí mis miedos, alegrías y pude hacer grandes amistades verdaderas, además de poder vivir un poco de lo que vivió mi hermano en sus 3 años de camino.
Llevo conmigo hoy todo lo lindo y fuerte que aprendí allá. Además de eso tuve la gracia de conocer a Madre Elvira y recibir su bendición para mi tesis. Fue un año largo estudiando sobre la Comunidad, proyectando la casa y claro, con muchas provocaciones y dificultades así como todo en la Comunidad. Al final funcionó y mi proyecto fue aprobado en la facultad.
Recibí muchos dones lindos de la Comunidad y estoy extremadamente agradecida por cada uno de ellos .
Habiendo cruzado un período de oscuridad, Alan encontró la resurrección y la de nuestra familia a través de Jesús, Madre Elvira y los misioneros de nuestra Comunidad.
Actualmente nuestra familia forma parte del Cenáculo, coordinando un grupo de familias, participando de los encuentros mensuales y ayudando con Providencia material y espiritual.
Hoy siento orgullo de mi hermano, que reconquistó su vida, nuestra amistad y nuestra familia. Veo cuán feliz está él viviendo en este lugar y agradezco principalmente a Dios por eso. También a Madre Elvira, por su SÍ que ayuda a miles de jóvenes en el mundo. Al P. Stefano por estar al frente de la Comunidad, al P. Eugenio y al P. Massimo por todo el cariño y la amistad, y a todos los Padres y misioneros del Cenáculo.
En ustedes encontramos la luz de Cristo Resucitado, y ganamos una linda familia para toda la vida. Gracias!
Ana Carolina (Carol), hermana de Alan