Matheus |
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Me llamo Matheus, tengo 25 años y comparto con ustedes toda lo que Dios está haciendo en mi vida a través de la Comunidad Cenáculo. Soy de una ciudad pequeña del interior de San Pablo, Brasil, de una familia cristiana donde siempre escuché hablar de Dios y donde recibí una buena educación. A pesar de eso, a los 13 años la separación de mis padres me decepcionó mucho y juzgaba a Dios. No entendía el por qué de aquello en mi familia, no podía ver los ojos de tristeza de mi padre. Después de lo ocurrido no tenía más aquella relación de padre e hijo y con esto me terminé cerrando en mi mundo y en las malas compañías. Luego conocí las drogas y esos momentos de placer me quitaban toda la tristeza y el dolor que yo cargaba. Sin embargo, después que terminaba, todo volvía a ser más fuerte. Mi padre fue percibiendo que ya no era más aquel niño como de costumbre, sonriente y alegre, que había cambiado, me enmascaraba y siempre negaba aquello que estaba viviendo. Pasé incluso a no reconocerme a mí mismo. Había crecido dentro mío rebelión, odio, rencor y sentimientos que no entendía, y heridas que dolían siempre que alguno las tocaba. Entonces ahí fue que mis tías maternas comenzaron a ayudarme y fueron muchos los intentos pero ninguno funcionaba. Sin emabargo en este período sentí el amor de Dios que me mostró una esperanza y me presentó el camino de la comunidad.
En el comienzo del trayecto me costaba tener que compartir mi vida con las personas, abrir mis sentimientos y ser verdadero era una cosa bastante difícil. Después, pasando los días en la fraternidad de Jaú, en la casa "San Francisco de Asís", he visto la alegría de los muchachos y la resurrección de vida en sus ojos . Cuando entré me sentí abrazado, vi que las personas me ayudaban solamente porque me querían y sin interés alguno, había muchas personas ayudándome a dar los primeros pasos, había personas que rezaban y creían en aquella vida que llevaban y esto me iba dando la fuerza para seguir adelante.
Cuando llegó mi primer visita pude pedir perdón a mi familia y decirles que ya no tenía más intención de desistir del camino de la Comunidad. Después de esto comencé a abrirme más a la Comunidad y a dejar que Dios me fuese mostrando el camino a seguir. En Jaú pasé dos años y fue una casa que me hizo crecer mucho, donde los responsables me ayudaron a dar los pasos que necesitaba y a reconocer el don que tenía en mis manos: mi propia “vida”Después fui transferido a Mogi Das Cruzes, a la fraternidad “Santa Teresita“. Aquí me conocí más a mí mismo y también crecí mucho en responsabilidad y madurez. Fue también el lugar donde me acerqué más a la oración. Hoy puedo decir con mucha alegría que Dios me resucitó. Hoy soy una persona alegre, me siento libre y más cerca de Dios y también estoy más cerca de mi familia.
Gracias a Dios y a todo el trabajo de la da Comunidad Cenacolo. ¡Gracias Madre Elvira!