Jorge

20191126 181259 1

 

Me llamo Jorge, tengo 30 años. Hace 7 años que vivo en la Comunidad Cenacolo. Soy de Catamarca y vengo de una familia simple, segundo de cuatro hermanos, mis padres son personas trabajadoras y con buenos principios. Siempre me educaron en el bien y me enseñaron  valores sanos. Empecé a crecer en un barrio muy humilde donde había muchos chicos con problemas de droga y delincuencia. En mi casa no tenía mucho diálogo con mi padre, ya que él era muy violento con mis hermanos y mi madre, fue una herida que comenzó dentro de mí y cuando vi que mis amigos me escuchaban más que mi familia, poco a poco comencé a dejar los estudios y a juntarme con mis amigos del barrio. Entonces conocí la droga y el alcohol, al comienzo era el más feliz pero después llegaron los problemas, caí preso varias veces y fui perdiendo  la confianza de las personas que me amaban. Y de apoco, mis ganas de vivir y mis sueños se iban terminando. Mi madre junto a mi abuelo fueron siempre personas de oración; gracias a un sacerdote conocí la Comunidad, al comienzo fue difícil dejar todo y más aún dejar la droga que tenía en la cabeza, encontrarme con personas que tenían mi mismo problema; también con personas que rezaban y hacían el bien, me llamó la atención. Poco a poco comencé a ir a la capilla y a creer en Dios. En cada cosa que comenzaba veía lo positivo de cada día: superar las dificultades, cada vez me sentía mejor y también mejoraba la relación con mi familia. Sentí que ellos me perdonaron todo el daño que les hice, además me acompañaron en el camino y fue camino para ellos. Eso me dio mucha fuerza para seguir a fondo.
Cuando cumplí tres años sentí el deseo de ser transferido a Brasil, fue algo nuevo: aprender otro idioma, otra cultura y nuevas amistades. Y darme cuenta que la Comunidad es grande, después de haber pasado por la casa “Santa Teresinha” de Mogi fui transferido a la misión de Bahia . Yo pensaba que mi camino ya había curado mis heridas, pero en la misión, junto con los niños, aparecieron muchas heridas de mi infancia con mi padre, que pude ver y sanar. Recibir el amor de los niños me ayudó para el día de mañana ser un buen padre de familia; después también tuve el don de ser transferido a Perú, a la casa de Supe “El Señor de los Milagros”. Hoy somos 20 chicos y estoy feliz de poder devolver a la Comunidad lo que me dio en estos años: una vida nueva, también para ayudar a los que están a mi lado. Quiero agradecer a Madre Elvira por su entrega a nosotros y especialmente por mostrarnos el camino hacia Jesús.20191126 134524
Jorge