Samuele

 

Me llamo Samuele, tengo 21 años y soy de Italia. Vengo de una familia cristiana y soy el mayor de cinco hermanos. Gracias a mis padres tuve una buena educación y una buena infancia, siento de agradecerles mucho por todo el esfuerzo que hicieron por nosotros. Desde chico fui siempre tímido e inseguro, por eso me llamaban la atención los chicos más grandes que yo, aquellos a los que no les importaba nada lo que decía la maestra, menos todavía lo que eran las reglas; de ellos me gustaba mucho ver cómo se sentían libres y que todos los respetaban. Desde la escuela primaria frecuentaba estas compañías, pensaba que así me sentía más seguro de mí mismo. Los problemas llegaron rápido porque en la escuela no iba bien, era muy rebelde y no hacía caso, mientras que en casa con mi padre me portaba bien y era tranquilo.

Tuve que empezar a mentirles a mis padres, que la escuela iba bien y que frecuentaba buenos amigos.

Pero, como todas las mentiras, duró poco. Entonces empezaron las primeras preocupaciones de parte de mis padres que trataron de resolver el problema hablándome y buscando entender el porqué me comportaba así. Desde ese momento me encerré cada vez más porque no quería cambiar y el diálogo en familia se acabó.

A los 12 años entre en el mundo de los skaters y comencé a fumar mariguana, un poco por curiosidad y otro poco para no quedar afuera de la “compañía”. Sabía que era algo malo, no quería hacer sufrir a mis padres pero tenía miedo de quedarme solo si dejaba ese mundo. Preferí seguir consumiendo y entonces tenía que “enmascarar” bien lo que era mi vida afuera y en mi casa era otro. Era dos personas en una: de un lado el Samuele bueno, que se preocupa por sus hermanitos y por otro, el Samuele que hacía las cosas más locas, que siempre tenía que hacer algo más para quedar en el centro de la atención. No pasó mucho tiempo y empecé a consumir otras drogas más fuertes. Tenía mucha culpa y cargo de consciencia hacia mi familia; cuando se enteraron lo que estaba pasando no lo podían creer; no sabían qué hacer para ayudarme. Empecé a ir a un psicólogo, por un tiempo funcionó pero después de unos meses el mundo del mal y la tentación de la droga se fue haciendo cada vez más fuerte y recaí, más hondo que antes.

Llegó un momento en que ya no tenía sentimientos, nada más que un vacío que solo podía llenar con la droga. También cambié las amistades y estaba muy aislado. Con solo 17 años, ya por dentro muerto, no iba a la escuela, no volvía a mi casa y había perdido completamente el sentido de todo. Hasta que llegué al punto que choqué contra una pared y no sabía cómo salir de ese pozo tan profundo, no veía una salida a todo eso.

Hasta que llegó una amiga que ya estaba en la Comunidad, empezó a hablarme y me invitó a ver cómo era el camino que le había cambiado la vida a ella. Como no tenía nada que perder fui a un coloquio, vi que era algo diferente de lo que me había imaginado y sentí en mi corazón que tenía que dar el paso para entrar y dejar ese mundo que me había creado, empezar una vida nueva. Después de poco tiempo pude entrar en la Comunidad. Al principio me impactó cómo me recibieron los chicos, cómo se preocupaban para atenderme sin conocerme. Fue un primer gesto que me dio ganas de seguir adelante en ese camino, sentir que la amistad que hacía era sin intereses que no importaba lo que habías hecho o no, sino que estamos todos en un mismo camino hacia la luz y la libertad verdadera, a través de la oración, el trabajo, la amistad.

Gracias Madre Elvira por todo lo que hiciste por nosotros, te agradezco de corazón por haber creído en los jóvenes y haber dicho “sí” a la obra en la que se salvan muchas vidas.

Samuele