¡Gracias Elvira! Gracias por tu sencillez, tus ganas de vivir y tu alegría. Gracias porque tu confianza y abandono en Dios me hacen comprender que mi vida es un don que debo apreciar. Con la oración, el trabajo y la amistad, valores que descubrí en la Comunidad, hoy mi vida está cambiando: estoy más disponible con mis hermanos, estoy aprendiendo a rezar con el corazón, a ser testigo de luz y están naciendo en mi interior bellos deseos. Gracias porque a través de tu cruz de hoy me enseñas que la vida vale más que todos mis miedos! ¡Gracias a ti estoy salvando mi vida! ¡Te quiero mucho! Rafal
Querida Madre Elvira, quiero decirte gracias porque has sido la mano de Dios extendida hacia mí, haciéndome descubrir de a poco la belleza y la plenitud de una vida vivida en el bien, en la sencillez y en la verdad. En la pequeña fraternidad donde vivo, cada día asisto al milagro de once jóvenes que, entre miles de dificultades, luchan para vencerse a sí mismos y crecer en el amor, en la verdadera libertad. Qué bello sentir que me quieren y que creen en mí. Querida Madre, me uno a las palabras de Sor Jennifer que escuché en un testimonio, para que lleguen a tu corazón y lo conmuevan:” ¡Madre Elvira, tú eres buena! ¡Jesús está muy contento contigo! ¡Madre Elvira, te quiero mucho!” Ludovico
Querida Madre Elvira, no tuve la gracia de haber hablado contigo pero tuve el don de encontrarte y de ver tus ojos que acarician y hablan en lo más profundo. Gracias por tu “sí” a Dios. En la fraternidad a menudo escuchamos tus catequesis que me impulsan a ir adelante para lograr vivir una vida nueva. Gracias porque estoy aprendiendo a vivir los empeños, la cotidianeidad, la verdad y lo concreto. “El empeño” es arrodillarme en la capilla, “la cotidianeidad” es la sencillez que nos haces vivir cada día. “La verdad” es el centro, Jesús a quien encontré y encuentro todos los días en la capilla, “lo concreto” son las mejoras que mis hermanos y yo vemos en mi camino. Gracias a esto estoy aprendiendo a amar mi vida. ¡Gracias, Gracias, Gracias! Omar
Gracias Madre Elvira por tu empuje para enfrentar la vida en modo positivo y arrollador. Gracias porque a menudo pones tus energías para servir a los otros. Gracias por la simplicidad con que tú te donaste y nos hiciste comprender que la vida es bella. Gracias porque nos has enseñado a amar, a amarnos y a amar a Dios en los demás y en los dones de cada día. Eres grande Madre Elvira, te encomendamos a las manos de María para que vele tus jornadas. Te deseo para este nuevo año que sea lleno de alegría. ¡Te quiero mucho, un abrazo! Guido
Gracias Madre Elvira por tu coraje, gracias porque nunca me juzgaste sino que me recibiste y me amaste. Te agradezco porque hoy no solo yo sino también mi familia caminamos contigo. ¡Te quiero mucho! Giuseppe.
Gracias Madre Elvira por tu “sí” que me hizo encontrar a Dios. Gracias porque la primera vez que te vi (por televisión) se encendió la esperanza y nuevamente sentí la sed de libertad que había perdido. Recuerdo que pensé: “…entonces existe… es posible”. Gracias por el afecto que sentí la primera vez que te encontré, era como si nos conociéramos de siempre. Recuerdo tus ojos, tu sonrisa, tu abrazo, pero especialmente tu fuerte deseo de hablar conmigo: a pesar que no hablábamos la misma lengua, nos comprendíamos igual porque el amor que llevabas adentro era más fuerte que las palabras. Gracias por todos los retos, la verdad dicha en tantos momentos vividos juntos que me educaron, me abajaron y me enderezaron. Gracias por tu amor exigente que me ayudó a crecer y a ser un hombre auténtico capaz de amar, perdonar, sonreír, comprender, intuir, rezar, creer, alegrarse, sufrir, esperar, abrazar la propia vida y la de los otros como don de Dios. Gracias porque el encuentro contigo fue el encuentro con el Padre Misericordioso. Un encuentro que transformó mi vida dándome una vida nueva, auténtica, una vida que vale la pena. ¡Una vida con Dios y en Dios! Josko