Melani

 

Melani

Tengo 25 años, me llamo Melani y soy croata. Les voy a contar cómo pasé de “las tinieblas a la Luz”, Luz verdadera que ilumina y guía mis días y que hoy es la fe en Jesús! Mi familia parecía bella, normal, estable. Nunca tuve necesidades y todavía hoy llevo impresos en el corazón los momentos vividos de unidad familiar, ¡pocos pero preciosos!

Mi papá, por su trabajo, estaba más afuera que en la casa y yo lo extrañaba. Cuando regresaba quería recuperar el tiempo perdido, pero entre él y mi madre había una frialdad que los hijos percibíamos. No sabía bien qué pasaba, pero sentía que sus corazones se estaban alejando y sufría. De pronto las peleas, gritos, llanto, rabia, golpearse la puerta en la cara….y yo me preguntaba qué sería todo esto. Al final mi papa se fue de casa para siempre: nunca olvidaré las lágrimas y el sufrimiento de mi madre y de mi hermano. Esa noche yo me escapé de casa. Era pequeña, tenía 9 años, pero ese dolor ya me sofocaba y era más fácil escapar.
En la adolescencia comencé a perderme, divirtiéndome de un modo equivocado, usando drogas. Comencé con la mariguana y después… de todo y más. Cuando estaba “fundida” me parecía haber encontrado la solución para todo, me gustaba ser así, no sentía más el sufrimiento. Estaba viviendo una doble vida que día tras día iba destruyendo las pocas cosas buenas y limpias que me quedaban en el corazón. “Si la criatura no encuentra al Creador no sabe de quién es hija y busca, se desbanda, se pierde”. Como dice Madre Elvira, y es así: tenía que descubrir a mi Creador. ¡Aunque no lo conocía, yo era importante y preciosa a sus ojos! Al terminar una larga y fea “carrera” en el mal le grité a Él pidiendo ayuda. Un sacerdote de mi pueblo me habló de la Comunidad diciéndome que era el lugar justo para mí. No me daba cuenta bien qué era, solo quería dejar la droga y alejarme de mis viejas compañías. El encuentro con las chicas de la Comunidad me tocó: eran felices con poco, trabajaban, rezaban, me contaban que hacían mermelada…yo pensaba: “¡Qué trabajo! Como mi abuela.” Todo me parecía raro, pero veía en ellas una fuerza y ganas de vivir la vida… ¡en el fondo yo también quería ser así! Los primeros días todo me parecía bello, pero después fue difícil. Cada día era una lucha: “¿Me quedo o me voy?”, y esto durante mucho tiempo. Pero la constancia, la oración, la amistad con las chicas me ayudo a resistir y a luchar. Jesús tenía mucho trabajo para hacer conmigo: era muy cerrada, tristezas, heridas…no sabía hablar de mí misma, decirme la verdad, pero Él a través de la oración me ha sanado, renovó mi corazón, me devolvió la esperanza.

Con los primeros pequeños pasos, que para mí eran muy grandes, comencé a sentir un poco de paz, de alegría, de confianza. Después de años de camino nació el deseo de ir a la misión. ¡Creía poco en mí misma pero Jesús y la Comunidad creyeron en mí! El paso de ir a un lugar desconocido, a estar con niños y grandes heridos, a dar mi vida, mis días, mi amor, era mi camino. En Brasil, entre alegrías y sufrimientos, llantos y sonrisas, luchas y conquistas, hice lo que nos enseñó Madre Elvira: no tener miedo de arrodillarse, bajar y servir, olvidarme de mí misma de la mañana a la noche. Cuando estaba allí conocí un joven que era “tío” misionero como yo y nos enamoramos. Fue muy bello ver nacer y crecer este sentimiento en el servicio a los niños: ¡qué don haber encontrado nuestra vocación en la misión!

Hoy estamos en Italia haciendo el curso prematrimonial en la Città dei Ragazzi de Cuneo y deseamos construir algo verdadero, fuerte, bello en la fe y en la pureza! Gracias Jesús porque no dejas de asombrarme. Agradezco al Padre, mi Creador, al Hijo Jesús, mi Salvador, y al Espíritu Santo, el Amor, que me han salvado la vida.