HISTORIA DE UNA FRATERNIDAD...

VILLA SALVADOR - PERÚ-  2005 - 
 
 
En este número continuamos contándoles la historia del nacimiento y  el desarrollo  de alguna fraternidad. Es un viaje al pasado que deseamos compartir con ustedes para hacerles tocar las maravillas que Dios realizó en estos años de la Comunidad.
Con seguridad nadie hubiera imaginado cuántas cosas nacerían de aquel julio de 1983, cuando se inició la aventura del Cenacolo.
La mirada al pasado nos da cada vez más confianza en Dios, que es el artífice de este maravilloso camino...
 
HISTORIA DEL PERU
 
 Un día  Madre Elvira nos pide que le mostremos en el mapa  dónde queda Perú: había recibido el pedido de un sacerdote misionero, muy amigo nuestro, de abrir una casa que fuera como una flor de esperanza en medio de un desierto de pobreza y miseria. Luego de una visita para ver las posibilidades reales de abrir  esta misión, se decide partir:  llegó la hora del Perú.
“Desembarcamos” en  Villa el Salvador, en la periferia de Lima. . .
 
La primera  misión que abrimos en Perú  se encuentra en la periferia de Lima, en Villa El Salvador, en medio de mucha miseria humana, entre míseras barracas y mucha pobreza y es una casa que recibe niños abandonados.

Como en todas las casas de la Comunidad, la Providencia nos ha llamado, a través de dos misioneros: un sacerdote irlandés, el Padre Adrián y  un Obispo italiano, S.E.R. Adriano Tomasi, auxiliar de Lima.  Los dos reconocieron que nuestra presencia podría hacer el bien a esta tierra y nos invitaron.  Padre Adrián, después del tiempo que estuvo en Irlanda, donde abrimos una casa,  partió como misionero a Perú, en un “pueblo joven”: Villa El Salvador.

1peruPoco después del arribo a su  parroquia comenzó a construir una casa para  invitar allí a la Comunidad Cenacolo para que  su presencia fuera en ese lugar luz de esperanza, semilla de vida cristiana.

En las afueras de la Capital, Lima, en la costa del Océano Pacífico, sobre un desierto de arena, la gente  en grupos organizados, comenzó a ocupar el terreno hace unos cuarenta años.  Llegaban de a miles, invadiendo el terreno arenoso: hoy Villa El Salvador es el hogar de casi medio millón de habitantes.

La mayoría de la gente vive en  barracas, casas precarias, que poco a poco, en los casos más afortunados se transforman en casitas humildes con las paredes de ladrillo.
A esas humildes barracas, en abril de 2005, llegó el primer grupo de doce misioneros acompañados por el Padre Stefano.  Nos preguntábamos qué podríamos hacer nosotros en medio de esa pobreza.  Nunca hasta ese momento la Comunidad había abierto una casa en medio de tanta miseria.  Pero nos sorprendió positivamente la buena organización de la gente,  la presencia de un centro médico parroquial, de escuelas, de comedores para los pobres. . .

Pero sobre todo una parroquia muy activa, con la participación de jóvenes y de matrimonios, un gran coro con muchos guitarristas, grupos que se preparaban para los Sacramentos, voluntarios que visitan a los enfermos.  Los primeros misioneros fueron muy bien recibidos por los primeros  amigos y por los niños vecinos, felices y curiosos por nuestra presencia.  En seguida nos dimos cuenta que aquí  no nos sentiríamos inútiles, al ver niños siempre listos para jugar y enfermos felices si alguien los va a visitar. 

Rezando el Rosario caminado por las calles polvorientas fuimos conociendo el lugar: muchos ranchitos,   cubiertos solamente  con un trozo de plástico, bidones para el agua frente a las casas y muchos, muchos niños.  Como ellos, nos acostumbramos a sobrevivir con poca agua, que llegaba en un camión en horarios no muy puntuales; aprendimos  que siempre hay motivos para hacer fiesta a la vida y que igual se puede jugar a la pelota:  dos palos en la arena, un hilo, y en seguida muchos niños y  niñas listos para jugar.  Al principio  entramos en  diversos grupos de la parroquia y en trabajos  concretos como la construcción de la iglesia parroquial, improvisar escaleras hechas  con bolsas llenas de arena en la colina de atrás de la casa, servir en los comedores para los pobres, ayudar en las tareas escolares a los niños de la parroquia.  Luego de un mes, llegó Madre Elvira con las Hermanas que completaron la “pequeña familia” del “Cenacolo peruano”.  Nuestro deseo era recibir en la casa a los niños más pobres y abandonados, los que no tienen a nadie.

2peruLos primeros pequeños los recibimos de la mañana a la noche, eran hijos de madres muy jóvenes que  durante el día podían buscar algún trabajo para sobrevivir. A otros más grandes los recibimos porque no había nadie en sus casas para alimentarlos, para acompañarlos en su escolaridad. . .Luego llegó Anthony, un bebé desnutrido, el primero  que se quedó mucho tiempo.  También Darío, que hoy es adolescente y vive en la otra misión peruana, “Rayo de Luz”, entre los primeros; lo encontraron  en la selva  unos animadores de la parroquia y lo trajeron. En cambio Harold, fue el primer bebé mandado por la INABIF (Institución estatal para los niños abandonados) y hoy ya está adoptado como muchos otros niños que pasaron por la casa. A través del INABIF, hasta hoy  la Providencia nos “regala” muchos niños pequeños encontrados en las calles o abandonados en los hospitales, a veces sacados a los padres  que  generalmente son drogadictos.  Entran perdidos,  desnutridos, asustados y poco a poco la vida vuelve a florecer en ellos.  El número de los niños recibidos fue creciendo, así que hubo que agrandar la casa para darles un lugar a todos.

peru4Hoy nuestra misión es un lugar de alegría y de mucha vida. Tenemos el privilegio de tener muchos niños y para nosotros su presencia es el más grande impulso para servir y amar sin horario y sin límites!  De aquel tiempo inolvidable, vivido con muchos sacrificios, sin agua en la casa, sin cloacas. . .hasta hoy, ha pasado mucha vida. Hoy la fraternidad misionera “María, nuestra Madre”, tiene 25 niños entre 0 y 3 años. Actualmente  hay  más misioneras   y  hay cuatro hermanas , todas de varias nacionalidades.

Aquí cada día es siempre nuevo e impredecible, desde  recibir a todos los que tocan la campana para pedir ayuda con algún medicamento o algo para comer, hasta nuestra actividad en la parroquia.

Viviendo en esta tierra podemos contemplar la inmensa riqueza de la fe que recibimos: entre la gran multitud que vive aquí son muy pocos los bautizados; aquí es el tiempo de la nueva evangelización. La parroquia donde se encuentra nuestra casa tiene una población de 40.000 habitantes.  En Villa el Salvador hay mucha inestabilidad familiar y  mucha delincuencia. El 75% de la población no tiene trabajo estable y el 60% son menores de 30 años. Esto provoca angustia entre los padres que no tienen trabajo y en los jóvenes.  A muchos todavía les falta  el acceso a la educación. Hay casos de tuberculosis y  diversas enfermedades, muchos niños necesitan atención médica.  Nuestra tarea también es la de vivir y sembrar la confianza en la Divina Providencia para que puedan superar los obstáculos en su camino.

Los niños que son abandonados en la calle, llegan a nuestra casa a través de una institución del gobierno.  Luego de un tiempo  y de investigar, si no se hallan parientes que se puedan hacer cargo, son declarados “en abandono” y pueden ser adoptados a través de la Secretaría Nacional de Adopción peruana.  Esta es una larga espera que ellos viven con nosotros hasta encontrar a una familia que los adopte.  La responsabilidad y la belleza de vivir con ellos es muy grande, así como la confianza que Dios  pone en nosotros llamándonos a hacerlo.  ¡Nosotros nos sentimos su familia!  
Agradecemos a la Providencia porque luego de años de espera y sacrificios, en  el último tiempo llegó el agua y la cloaca, gracias a la cual ya no tenemos que vaciar más los lavarropas a mano y tirar afuera el agua.

Agradecemos mucho a nuestro párroco, el Padre Simón, y a nuestro Obispo de Lurín, Monseñor Carlos García, por su generosidad y cuidado pastoral.  Muchas  gracias de corazón a todos los que nos ayudan y nos sostienen con la oración y con la Providencia.

Estamos felices de estar aquí: ¡la gente pobre que nos rodea nos está enseñando que la vida vale más que las cosas!