Gregory

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Hola, soy Gregory, primeramente agradezco al Señor por el don de la vida. Nací en Madrid y en seguida mi vida fue herida por el abandono; crecí sin padre porque se fue de casa. Igualmente recuerdo una muy bella infancia: mi mamá y yo eramos muy unidos y nos queríamos mucho. Tengo pocos recuerdos feos con ella y una de las cosas que recuerdo es que ella siempre rezaba el Rosario y los domingos iba a Misa. Pero un día me desperté y mi mamá había muerto. Era el día de mi cumpleaños. Ella fue al Cielo y yo fui a vivir a la casa de un compañero de escuela. Dentro de mí sentía la necesidad de hablar con mi mamá, de abrazarla, pero sobre todo sentía un gran sentimiento de culpa que no podía sacarme. Hasta los 13 años me quedé con ellos, después fui adoptado por quienes aun son mis padres.
La llegada fue difícil, porque todavía me sentía abandonado por mi familia. Esta nueva familia era muy distinta. Se rezaba, íbamos a Misa, se compartía, pero lo más importante es que se había mucho amor. Todo esto yo lo rechazaba. Estaba muy herido en la relación con los demás, no tenía personalidad y no quería mostrarme distinto; entonces comencé a buscar gente y amigos que pudieran admirar mi personalidad.
Entré en un mundo que me fascinaba y me hacía sentir respetado: el mundo de la droga. Era consciente que no estaba bien lo que hacía pero sentirme aceptado por mis amigos era más fuerte y “aplastaba” mi conciencia cada vez más. A los 18 estaba mal y después de algunas situaciones feas con mis padres, me fui de casa. En ese momento pensaba que tenía todo: libertad, plata, diversión, droga…pero al poco tiempo me encontré en la calle, donde trate de quitarme la vida.
En el momento de mayor oscuridad, llegó la luz de la Comunidad. Mis padres me propusieron volver a casa con la única opción de entrar en Lourdes en la Comunidad Cenacolo. Acepté y fuimos a Lourdes. Agradezco a Dios por ese momento y por mi “ángel custodio”, el joven que me recibió y estuvo al lado mío. Nunca me sentí abandonado, me recibió y me quiso. A pesar de la dificultad me quedé en la Comunidad. Nunca pensé en salir porque sentí muy fuerte la amistad y la unidad de la casa, me sentía amado y guiado. Encontré en los jóvenes ojos y rostros que me recordaban a mi madre, y también a mi padre, esto siempre me alentó para quedarme. Agradezco porque en la Comunidad encontré a Dios, a través de la oración revisé mi historia y vi que Jesús siempre había estado cerca.
Uno de los grandes dones que me dio la Comunidad fue la misión. Estuve un período como misionero voluntario en México y puedo decir que allí he recomenzado conmigo mismo. A través del servicio a los niños con amor, dedicación y paciencia, Dios ha sanado muchas de las heridas de mi infancia. Allí fui hermano, tío, papá para los niños y agradezco a Dios por la inmensa fortuna que tuve para poder servir y amar la vida de los más pobres, ellos han enriquecido abundantemente mi vida .
Agradezco a Madre Elvira y a todas las personas que me ayudaron a caminar hacia la luz. Gracias.

Gregory