La misericordia del Padre abraza a todos |
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Domingo de la Divina Misericordia,
9 de abril 2018
La Fiesta de la Misericordia
Es la devoción más importante de la Divina Misericordia. Jesús le comunica por primera vez el deseo de instituir la Fiesta de la Misericordia a Sor Faustina Kowalska en Plock, en 1931, le explicaba Su voluntad respecto al cuadro: “Deseo que haya una fiesta de la Misericordia, que la imagen pintada a pincel, sea bendecida solemnemente el primer domingo después de Pascua; este domingo debe ser la fiesta de la Misericordia.”
En los años siguientes, Jesús lo volvió a pedir en 14 apariciones pidiendo que se fije la fecha en el calendario de la Iglesia, la causa y la meta de esa fiesta, cómo prepararla y celebrarla, y las gracias ligadas a esa celebración.
La elección del primer domingo después de Pascua tiene un profundo significado teológico ya que indica una relación estrecha entre el domingo de la Resurrección y la fiesta de la Misericordia, también lo notó Faustina: “Ahora veo que la obra de la redención está ligada a la obra de la Misericordia pedida por el Señor.” Relación que se profundiza en la novena de la Misericordia que comienza el Viernes Santo.
Los deseos de Jesús
En cuanto a la fiesta, Jesús expresó dos deseos:
-que el cuadro de la Misericordia sea bendecido solemnemente y venerado pública y litúrgicamente,
-que los sacerdotes hablen a las almas de la grande e insondable Misericordia Divina y así despierten la confianza en los fieles.
“Sí – dijo Jesús- el primer domingo después de Pascua es la Fiesta de la Misericordia, pero se debe celebrar como lo exige el culto de Mi Misericordia, con la fiesta solemne y el culto a la imagen pintada.”
Difundir el culto de la Divina Misericordia
Jesús le hace tres promesas a quienes difunden el culto de la Divina Misericordia:
1- Protección Materna: “Las almas que difunden el Culto de mi Misericordia, los protejo para toda su vida, como una madre tierna protege a su niño que todavía toma el pecho, y en la hora de la muerte no seré para ellos Juez sino Salvador Misericordioso.”
2- La segunda promesa se relaciona con la hora de la muerte: “A las almas que se preocupen por hacer conocer mi Misericordia, a la hora de su muerte me comportaré según mi Misericordia infinita.”
3- A los sacerdotes que hablen de la Misericordia de Dios Jesús les prometió que los pecadores más endurecidos se enternecerían con sus palabras: “Los pecadores endurecidos se ablandarán con sus palabras cuando les hablen de mi ilimitada Misericordia y de la compasión por ellos que tiene mi Corazón. A los sacerdotes que proclamen y ensalcen mi Misericordia les daré una fuerza maravillosa, unción a sus palabras y se conmoverán los corazones de las personas a las que les hablen.”
Jesús prometió a santa Faustina que “Todas las almas que adoren mi Misericordia y difundan el culto, llevando otras almas a la confianza en mi Misericordia, les prometo que en la hora de la muerte no tendrán miedo. Mi Misericordia los protegerá en esa última lucha.”
MADRE ELVIRA - SOMOS UNA COMUNIDAD DE “MISERICORDIADOS”
Nosotros somos una Comunidad de “MI-SE-RI-COR-DIA-DOS” ¡porque lo hemos constatado, no es una idea o un ‘me parece’! sino una realidad concreta que me perdona, me sana y me renueva.
Nuestra Comunidad vive… está mirando, experimentando, tocando la grandiosa Misericordia de Dios; porque estos jóvenes cuando llegaron venían del fondo de un profundo "pozo" de desesperación y no sabían, no podían pensar que encontrando a Dios, rezando , trabajando, viviendo en verdadera amistad, podían llegar a ser libres de la droga, libres de la violencia, libres de la ambición…¡¡ libres, libres, libres!!
La Misericordia es innata en nuestra Comunidad, la primera que tiene mucha necesidad de misericordia soy yo y todo el que llega va a experimentar la misericordia.
Encontré un joven fuera de la puerta y le pregunté si estaba triste, porque lo noté, me respondió que sí. Le pregunté por qué y me dijo ‘No lo sé’. Entonces lo miré y le dije: “Prueba perdonar, seguro que tienes alguien a quien perdonar”. ‘No me acuerdo’, me dijo. Pero si tú te pones a rezar viene a la consciencia qué es lo que te impide sonreír.
No fuimos creados para vivir con tristeza, con miedo, ansiedad, juicios, con rencor: ¡por eso perdonemos y perdonémonos! Perdonar hace bien a la salud del corazón.
Dios te puede perdonar, te puede liberar, Él te puede reconstruir. Pero solo puede ocurrir si decimos la verdad: “Señor, soy un pobrecito, una pobrecita, perdóname. ¡Te necesito, confío en ti, ayúdame!” El arrepentimiento sincero abre la puerta de la salvación y así entra en nuestro corazón.
Hemos abierto la puerta de la salvación y tenemos que tener el coraje de entrar en esa salvación para hacer el bien. “ ¡Me siento salvado, salvada!” y cuando te sientes salvado aunque los pecados sean escarlata, sucios, rojos que dan miedo, grandes, no cuentan nada delante del Señor si decimos: “Señor, en vos confío, soy una pobrecita pero confío en ti”, lo decimos en el abandono, en la fe.
¡ Esta es nuestra fe, nuestro coraje, nuestra esperanza, nuestra misión: Misericordia para darla a todos porque Dios quiere darla a cada uno. Madre Elvira